Las heridas políticas que desataron la crisis del 11 de enero de 2007 siguen abiertas. A tres años de la violencia, la impunidad triunfó y el olvido cayó sobre las más de 200 víctimas de la confrontación, desde la mirada del analista Yuri Torres y el Instituto de Terapia e Investigación sobre las Secuelas de la Tortura y la Violencia Estatal de Cochabamba (ITEI).
Los sobrevivientes del conflicto viven con el peso del olvido. Uno de ellos, Raúl Claros, piensa que “la gente mantiene su odio contra otros. Aunque no olvidan el conflicto, se han olvidado de las personas afectadas. Lo único que hacen es recordar el enfrentamiento, pero no ayudan”.
Una prioridad del ITEI es restaurar la vida de las víctimas a través de la justicia y también gestionar un seguro de salud y una indemnización para las víctimas de la represión, que han quedado marcadas de por vida, expresó su representante, Zulema Callejas.
Son un testimonio de la impunidad los tres crímenes sin sancionar. La muerte del cocalero Juan Ticacolque (34), fue el caso que llegó a un juicio oral, pero no culminó con un fallo definitivo en Sucre. El linchamiento de Cristian Urresti (17) se quedó en una investigación incipiente y estuvo marcado por las deficiencias en la Fiscalía, que falló desde convocar a testigos hasta en organizar el desfile identificativo para los dos sospechosos. Mientras que el caso del cocalero Luciano Colque, muerto a palos después de estar un mes en estado de coma, se quedó en punto cero.
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