El Defensor del Pueblo presentó un informe de la investigación que realizó sobre los derechos de este sector.
Wist’u, baboso, cojo, loquito, sonsito, retrasado mental, son algunos de los apelativos denigrantes que reciben las personas con discapacidad que viven en el área rural, donde la discriminación, la vulneración de sus derechos y la violencia sexual son moneda corriente, señala el estudio Concepción de los derechos humanos de las personas con discapacidad en el ámbito rural por parte de los Pueblos Indígenas, Originarios y Campesinos, encarado por el Defensor del Pueblo.
El informe hace énfasis en las causales de la discapacidad. Muchos entrevistados refieren que las causas hay escarbarlas en el consumo de bebidas alcohólicas por parte de las madres mientras estaban embarazadas o la violencia que ejercen los hombres sobre las mujeres.
Hay más. Otras refieren al susto como un factor desencadenante. “Cuando mi tía estaba embarazada había ido allá al cerro, en el campamento habían hecho reventar cerquita, como estaba embarazada, chiquito había nacido. La culpa: “Yo no tenía que asustarme”. Algunas entrevistadas también recuerdan haber visto una tormenta o una riada.
Los poderes malignos. “Su hijo le brujeó a una anciana para quedarse con sus tierras”, dice una mujer entrevistada en la población de Curahuara de Carangas por miembros del Defensor del Pueblo, como parte de su periplo por el campo.
Las mujeres en Mizque (Cochabamba) y Chayanta (Potosí) afirman que los discapacitados no tiene derecho a salud y educación, por lo que la premisa es que “Dios se encargue”. “Yo a Dios siempre le digo: a éstos debes llevarte, Señor, porque sufren; no trabajan en nada y sufren”. “Debe morir porque vergüenza para la familia es”.
Un caso en Chayanta deja al descubierto la sobrevivencia, la discriminación y la falta de atención especializada. “Es retrasado mental desde el nacimiento, no sabe ni pensar, ni habla, ni nada; le suelto y se escapa, después tengo que irle a buscar, como el animal siempre; si se pierde tengo que ir en carro hasta Llallagua a buscarle, en Llallagua le encuentro y le traigo a las 3 de la mañana (...) Cuando no le dejamos salir reacciona, nos dice: ‘dejame salir’, y si no le dejamos salir empieza a arrojar con lo que sea. La gente aquí son mala, nos dicen de que es loco y que deben llevarle a un internado; él no es loco, sino que quiere distraerse, quiere pasear, quiere jugar con pelota, eso quiere, y necesita una escuela de rehabilitación. ¿Qué va ser de su vida cuando me muera? La gente de aquí son malas (...) un día le he dicho: háganmelo jugar, les voy a invitar fruta; ya, me dicen, y me lo habían metido un sapo adentro y aquí con la liga le habían amarrado”.
Los derechos de las personas con discapacidad se constituyen en las ausentes en las comunidades, dice una persona en Chayanta: “Nadie se acuerda, ni el Gobierno, ni los ministros, ni los diputados, ni los municipios, ni los alcaldes, ni los concejales; ahora ni los prefectos (...) Está llegando la cantidad de plata pero menos a nosotros, que nos han hecho a un lado, nos han marginado”.
http://www.cambio.bo/noticia.php?fecha=2009-10-23&idn=9627