17/06/2012.-La Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático realizó
un debate sobre la situación del modelo capitalista en Bolivia y mostró
propuestas alternativas surgidas de la experiencia de las organizaciones
sociales. El encuentro tuvo lugar en la Cumbre de los Pueblos sobre
Rio+20, que se desarrolla en la ciudad de Rio de Janeiro a propósito de
la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, en
la cual estarán presidentes de más de cien países para afianzar –según
lo previsto- una “economía verde” que postula la mercantilización de los
seres, funciones y ciclos de la naturaleza. Los participantes de la
actividad de la Plataforma, provenientes de varios países, alertaron
sobre la urgencia de lograr una mayor articulación en la sociedad civil
para evitar que los acólitos del sistema capitalista terminen de
destruir a este planeta y, por consiguiente, a quienes lo habitan.
El encuentro de la Plataforma fue dirigido por mama Rosiyo Patty,
exmama t’alla de Industrias Extractivas del Consejo Nacional de Ayllus y
Markas del Qullasuyu (CONAMAQ), y por Lucio Ayala Siripi, secretario de
Tierra y Territorio de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia
(CIDOB). Él evidenció que en lugar de impulsar una tramposa y letal
“economía verde”, los gobiernos de países industrializados y las
empresas transnacionales deberían hacerse cargo de la deuda ecológica y
ambiental que tienen pendiente con Bolivia, por ejemplo, históricamente
diezmada en gran parte de su territorio por causa de emprendimientos
lucrativos para unos pocos.
“Los países desarrollados tienen una deuda ecológica con los pueblos
indígenas, porque en nuestra Amazonía, en nuestro territorio ya no
producimos igual que antes. Ya nuestros ríos y nuestras lagunas se están
secando. Nos tienen que pagar porque sufrimos ese cambio en nuestras
formas de vida”, dijo Ayala, del pueblo Cavineño. Los “cambios” que
afectan a los pueblos indígenas son profundamente culturales. En algunos
casos, quienes viven en las comunidades deben buscar otras actividades
para sostener a sus familias. En muchas situaciones, la Casa Grande de
las y los indígenas está tan deteriorada que deben migrar a las
ciudades, donde la “seguridad alimentaria” -tan cacareada por las
Naciones Unidas- puede hallarse en el fondo de los tachos de basura.
“En los últimos años, la lucha principal de pueblos indígenas ha sido
por el territorio, porque justamente nuestro territorio es nuestra Casa
Grande. En ella nosotros tenemos convivencia con la tierra, con el agua,
con los animales, porque ahí nosotros vivimos. Los pueblos indígenas
sin territorio son nada, dejan de existir”, dijo el dirigente de la
CIDOB.
Él, como cientos de indígenas de todo el mundo, llegaron hasta Rio de
Janeiro para manifestar su rechazo al modelo metacapitalista que esperan
afianzar la mayoría de los países de la ONU. “No queremos la
mercantilización de nuestro territorio. Eso nos va a afectar en nuestra
forma de organización, en nuestras estructuras. Los estados deben
respetar nuestra autonomía, nuestra autodeterminación, nuestras
culturas, que ya están desapareciendo”, dijo Ayala.
Además del CONAMAQ y de la CIDOB, del encuentro de la Plataforma
participaron la Asociación Nacional de Regantes y Sistemas Comunitarios
de Agua Potable (ANARESCAPYS), el Centro de Investigación y Promoción
del Campesinado (CIPCA), la Comisión Episcopal Pastoral Social (CEPAS)
Caritas y la Fundación GaiaPacha.
Coraly Salazar, de CIPCA, presentó las conclusiones del Foro Andino
Amazónico de Desarrollo Rural, realizado en abril en la ciudad de La
Paz. “Como sociedad civil deberíamos trabajar para incidir sobre los
gobiernos, para que reconozcan la importancia histórica de la
agricultura campesina indígena, que garantiza la seguridad alimentaria y
la protección de la biodiversidad. Dentro de esta biodiversidad, hay
que reconocer la importancia estratégica de los bosques de la Amazonía
para la conservación de los recursos vivos y la variabilidad genética,
así como para la conservación de los pueblos indígenas campesinos y sus
conocimientos ancestrales. Allí están también las reservas de agua
dulce, a las cuales debemos proteger seriamente. La discusión que existe
en estos días sobre el modelo de desarrollo no se va a aclarar si no
tenemos claro y presente hacia dónde queremos ir. Es un camino que debe
basarse sobre el respeto a los derechos de los pueblos indígenas”,
comentó.
Economía de muerte
Un problema común de muchos pueblos indígenas de la región amazónica reside en que los gobiernos nacionales proyectan la construcción de hidroeléctricas, para lo cual levantan represas en ríos y dejan bajo el agua a las comunidades que ahí vivían de la pesca. Según las autoridades gubernamentales, de esta manera se genera “energía limpia”. Sobre este caso comentó Iremar Ferreyra, del Instituto Madeira Vivo, presente entre la concurrencia en la mañana del Aterro de Flamengo, donde se hace la Cumbre de los Pueblos.
“No hay energía limpia con las hidroeléctricas. Las empresas se
esconden detrás del concepto de ‘energía verde’ para extraer cada vez
más dinero de los recursos naturales, mediante la conversión de ríos en
megaempresas de exportación de energía eléctrica y dejando a las
poblaciones en la miseria. Por eso la ‘economía verde’ es en realidad
una economía de muerte”, dijo Ferreyra.
“Ante esta situación, proponemos que la economía de las comunidades sea
revalorizada, respetada. No se debe pensar del lado de las finanzas, de
generar plata. Se debe pensar en generar vida, en garantizar la
conservación de los territorios, en garantizar políticas públicas. Pero
ahora los gobiernos abandonan sus responsabilidades y dejan que empresas
afecten a la vida”, agregó.
“Según nuestra experiencia en el río Madeira, la ‘economía verde’ es un
concepto que utilizan las empresas generadoras de energía para obtener
más dinero. Y los gobiernos se valen del concepto de ‘economía verde’
para garantizar el desarrollo económico, no el desarrollo humano, no el
desarrollo ambiental. Si las represas van a inundar todo ¿cómo van a
generar vida?”, dijo Ferreyra.
“Pido a los jóvenes que sigan la lucha, aprendiendo con los más viejos,
para que continúen las tradiciones de nuestros pueblos de garantizar la
vida armónica, de garantizar la calidad de vida. Si no lo hacemos, no
tenemos nada”, dijo.
Martín Vilela, de la Plataforma, presentó el posicionamiento ante
Rio+20 de las organizaciones sociales de que son parte de ella, como la
CIDOB y el CONAMAQ. “Este modelo de desarrollo va a acrecentar las
desigualdades y va a generar un mayor desequilibrio ambiental. Estamos
acá, en la Cumbre de los Pueblos, para compartir y articular una lucha
global mucho más grande desde la sociedad civil, que exija cambiar
realmente a este sistema de desarrollo por otro, porque el que tenemos
está matando la vida del planeta”, consideró.
“Con la ‘economía verde’, los países de la ONU pretenden fortalecer un
sistema basado sobre el mercado de explotación de recursos naturales,
pretende profundizar el sistema de pago por servicios ambientales, que
es una forma de mercantilización de la naturaleza. Por otro lado, busca
incorporar un nuevo elemento al mercado, que se llama la
‘financialización de la naturaleza’. Esto significa que intentan
incorporar nuevos elementos que antes no estaban presentes en el mercado
especulativo, por ejemplo la fotosíntesis, la capacidad de absorción de
carbono de los bosques, la polinización de las abejas. Son funciones y
ciclos de la naturaleza que antes no estaban en el mecanismo
financiero”, dijo Vilela.
“Al final, vamos a tener un sistema que legitime la apropiación privada
sobre la gestión de estos recursos y de estos ciclos. Esto podría
generar -como se ha dado en muchos lugares- un mecanismo de exclusión
social, de fortalecimiento de grandes corporaciones, de grandes
empresarios que pueden comprar bosques, que pueden comerciar con estos
nuevos bienes, lo que acabaría fortaleciendo al sistema que está
destrozando al planeta”, agregó.
“No es posible hacer un desarrollo sostenible o una ‘economía verde’
más responsable, porque el problema es que hay una base estructural, hay
una concepción de ‘desarrollo’ basada sobre el crecimiento y la
acumulación de dinero y capital. Esto conlleva una explotación
irracional de los recursos naturales”, dijo.
La propuesta boliviana
“Debemos empezar a pensar en otro modelo de desarrollo. En Bolivia los
pueblos indígenas han propuesto el Vivir Bien. Hay una diferencia entre
‘vivir bien’ y ‘vivir mejor’. Vivir mejor implica acumular cada vez más,
mientras que el Vivir Bien propone tener solamente lo necesario para
vivir. Y sobre todo, tener una visión de desarrollo según la cual la
naturaleza no es un conjunto de elementos y recursos a ser explotados,
sino que es la Madre Tierra, de la que nosotros somos parte. No hablamos
de recursos naturales, sino de seres y dones de la Madre Tierra. Si así
fuera, la relación con la tierra tendría una lógica distinta: habría
mucha más responsabilidad en la gestión de estos seres y dones de la
naturaleza”, contó Vilela.
El integrante de la Plataforma advirtió sobre la desinformación que
rodea al concepto de ‘economía verde’. Por este motivo, buena parte de
la población desconoce el paso temerario que darán los presidentes en
Rio+20. “Estamos ante un monstruo que domina a los medios de
comunicación, que domina a la información. Hoy, más que nunca, existe la
necesidad urgente de hacer un cambio global, porque ya no tenemos
tiempo, estamos a punto de entrar a un escenario global de mucha
adversidad, donde faltarán alimentos. Ya hay pruebas más que
contundentes sobre la insostenibilidad de este sistema y, por lo tanto,
tenemos que cambiarlo por otro”, indicó.
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