Conmueve ver a los veteranos ‘periodistos’ asociados y no asociados cómo se aferran a la vieja Ley de Imprenta y a la mentada libertad de expresión capitalista cada vez que se habla de ponerle un freno al matonaje que se ejercita desde algunos medios privados y no tan privados. Hasta el pichón de la dictadura, Tuto Quiroga, como el teólogo aquel que hizo cruzar a una pobre llamita con Satanás, se han puesto la casaca oportunista de la “libertad de expresión” para justificar sus injurias y ocultar sus desajustadas lenguas. Se ha dicho que evidentemente en Bolivia ‘no existe’ libertad de expresión, sino un verdadero libertinaje, es decir, un abuso desmedido desde los medios de comunicación.
El exceso sin reproche alguno; la blasfemia, la agresión racista, la difamación, el machismo, entre otras variedades que ofrecen algunos medios que difuminan la cultura burguesa, se desarrollan sin el menor escrúpulo, sin que haya asociación que valga y peor, autorregulación que sirva. Es que estar detrás de los micrófonos, frente a las cámaras de la tele o el teclado y el monitor, le da al que se dice periodista un poder ilimitado, un fuero especial, algo así como un grueso forro de impunidad.
Al respecto, se han pronunciado los cuatro periodistas –opinadores de siempr–, los casi dueños a perpetuidad de las asociaciones de prensa. Se han encargado de rasgarse las vestiduras y han hecho escuchar sus gritos al cielo para sumarse a cierta oposición derechista, malintencionada para desacreditar la orientación de la Ley Contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación. Entre otras cosas, le han puesto el ojo y alarman al gremio ‘defensor de los postulados éticos más altos’, que los masistas quieren imponer una nueva ley mordaza. Discursan igualito que el Tuto.
¿Qué dice “el polémico” artículo?: “Artículo 16. (MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN). El medio de comunicación que autorizare y publicare ideas racistas y discriminatorias será pasible de sanciones económicas y de suspensión de licencia de funcionamiento, sujeto a reglamentación”.
Es algo así como que si usted, querido lector, tuviese su tienda de abarrotes y comenzara a vender drogas, naturalmente que pierde pues su negocio, se perjudica usted, su familia y sin duda sus caseros que le compraban fideos. Es como si la escuelita privada de la esquina, en lugar de educar, prostituyera a los niños, aquella “escuelita” se cierra pues y no sólo eso, sin duda que el vecindario se encargaría del asunto.
Así pues, un medio de comunicación que estimula y promueve el racismo, la xenofobia, en fin, la violencia, debiera correr la misma suerte del tendero narcotizado o la escuelita que prostituye. Pero está claro, como escribiera un periodista sucrense: el periodismo sin ética es el que mejor se vende. Y claro, en esas condiciones se justifica el corito racista: ¡Libre expresión o muerte!
http://www.cambio.bo/noticia.php?fecha=2010-09-15&idn=27904
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