17.8.09

Campesinos y profesionales en el grupo

Pando. Los colonos extrañan la familia que dejaron y la señal de televisión que ya tenían en Chapare, pero la esperanza de que aquí tendrán tierra los hace soportar el intenso calor y la falta de condiciones

No sólo hay campesinos sin tierra y migrantes de segunda generación, que pasaron de las minas a Chapare y de Chapare a Pando. También hay aquéllos que han escuchado el llamado de la selva y la necesidad de ‘sentar soberanía’ y han cambiado la ciudad, el título universitario y la Internet por un machete y el monte que parece infinito.

Uno de ellos es Sergio Joaquín Poma, un abogado que vivía en la circunvalación norte de Cochabamba y que asegura que está aquí porque sabe que el país ha perdido mucho territorio por tener despoblada sus fronteras. Mientras se saca una polera manga larga de tela sintética para quedarse en camiseta, dice, con animosidad de boy scout, que siempre le gustó el monte y que incluso ya ha entrado a él. Niega que haya tigres en la zona y se apura a aclarar que no les han dado armas y que lo único que tienen son machetes, picos y palas para construir su comunidad.

Junto a él está Javier Ugarte, un odontólogo, que asegura que hay otra abogada que ha dejado un sueldo de Bs 6.000 en la Fiscalía de Cochabamba para ‘sentar soberanía’. Dice que ya se han comunicado con vecinos de la zona, que la mayoría son brasileños que han llegado hasta la comunidad preocupados porque creen que serán echados por ellos.

“No venimos a sacar a nadie”, asegura. Es una frase como muchas otras que repiten casi todos los recién asentados en esas tierras calurosas de Pando.

Los días pueden hacerse muy largos

Demetrio Pillco es todo sonrisa y amabilidad. Acaba de dejar su puesto en la guardia de la tranca para ir hasta su carpa y buscar su plato metálico para comer. Tiene 25 años, luce una polera del Manchester United e invita a pasar a lo que hoy por hoy es su casa. Se trata de una carpa de campaña de tres por tres que comparte con otras cinco personas. Hay 70 como éstas en el campamento y al mediodía bien podrían funcionar como sauna. Es por eso que Demetrio se levanta a las 5:00 y se pone a trabajar. Durante el día hay mucho que hacer: se deben levantar chapapas para organizar los comedores, construir mesas y sillas con la gran cantidad de madera bien cortada que quedó en el aserradero. Pillco gasta el tiempo tratando de pescar algo para alegrar la austera sopa de arroz y fideos. Demetrio dice que hay poco con qué entretenerse. Extraña el sonido de la radio, su celular o la señal de la televisión por las noches. Todo eso tenía en Villa Tunari, pero acá tendrá tierra. Le han prometido que en uno o dos meses podrá volver a Chapare. Allí buscará una mujer para que lo acompañe, porque reconoce que en Bernardino Racua será difícil formar familia.

http://www.eldeber.com.bo/2009/2009-08-17/vernotanacional.php?id=090816212518

 

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